¿Y si un inodoro pudiese ‘hackear’ nuestros datos?

  • Investigadores de la Universidad de Stanford están desarrollando el 'smart toilet'.
  • Está destinado a la monitorización y el seguimiento de la salud del usuario, pero preocupa la privacidad.
El pensador de Rodin.
El pensador de Rodin.
Pickpic
El pensador de Rodin.

La tecnología nos soluciona infinidad de problemas, nos satisface infinidad de necesidades. Pero sí, también nos crea problemas y necesidades que antes no teníamos. Se dirá que en estos casos la culpa es humana, que la tecnología es inocente. Pero tampoco esto es del todo cierto. Hace unos años levantó bastante polvareda un reportaje de Business Insider, que comenté aquí, en el que profesionales de Silicon Valley confesaban que restringían el acceso de sus hijos a la tecnología, porque sabían de primera mano que el objetivo de sus empresas era crear productos lo más adictivos que fuera posible.

Lo que no puede negarse es que nadie obliga a nadie a utilizar la tecnología. Salvo, quizá, los bancos, claro. Y puede que los gobiernos. Y naturalmente, las compañías de teléfonos, y cada vez más las del agua, la luz y el gas. Y no olvidemos la sanidad y la educación, que los colegios ya no se comunican de otro modo ni entregan boletines de notas en papel. Y, en general, todo tipo de empresas de toda clase de productos y servicios, que ya no aceptan pagos en efectivo ni utilizan otro canal que no sea un número de móvil o el correo electrónico.

O sea, que lo que no puede negarse es que todos estamos obligados a utilizar la tecnología, y quien no lo haga debe buscarse a alguien que le ayude. No es algo opcional, y cada vez lo va a ser menos. Pensamos que la tecnología es el zeitgeist, y por lo tanto una avalancha inevitable, lo cual probablemente será cierto. Pero otra poderosa razón es haberse convertido en una de las grandes avenidas del greenwashing: permite presumir de reducir el impacto ambiental de las actividades, cuando el motivo real de su adopción es reducir costes.

En fin, disquisiciones aparte, a medida que la tecnología va colonizando cada vez más parcelas de nuestra vida, no es ningún secreto que también somos más vulnerables a que alguien moje el pan en nuestros datos. Y por mucho que algunos ya dediquen buena parte de su existencia a rechazar cookies, quien más, quien menos, todos tenemos alguna experiencia que nos demuestra cómo algún Gran Hermano por ahí al que no tenemos el gusto de conocer sabe más de nosotros que nuestros propios hermanos genéticos.

Ahora, algo puede llevar esta piratería de datos al siguiente nivel: que entre el smart toilet.

Inodoro inteligente

No es ningún futurible absurdo. En la Universidad de Stanford, el equipo dirigido por Sanjiv Gambhir ha trabajado durante años en el desarrollo de un inodoro inteligente. No, no es ese que te limpia, si es que se puede llamar inteligente a algo que hace eso (sobre todo si se le puede hacer creer que es inteligente por hacer eso).

Gambhir falleció en 2020, pero dejó el proyecto en manos de sus colaboradores que continúan su trabajo. El dispositivo, copiando el título del estudio que el equipo publicó en 2020 en Nature Biomedical Engineering, consiste en un “sistema de inodoro montable para la monitorización personalizada de la salud vía el análisis de excreciones”.

El sistema es montable, porque toda la magia está en el asiento, que puede adaptarse a la infraestructura tradicional que ustedes ya conocen bien. El asiento cuenta con toda una panoplia de ingenios. Un sensor de presión y otro de movimiento detectan cuándo el usuario se sienta o lo usa de pie. Una serie de cámaras se ocupan de no perder detalle de todo lo que ocurre en el terreno de juego.

La identificación del usuario se realiza por una cámara que toma una imagen del 'analprint'

Una de ellas se encarga de tomar una imagen del analprint, que no sé muy bien cómo traducir; es como el fingerprint, la huella dactilar, pero utilizando esos rayos de sol del orto, de configuración única e insustituible en cada persona, para la identificación biométrica del sujeto. En un principio, los investigadores habían adaptado solo un sensor de huella dactilar en el botón de la cisterna, pero se dieron cuenta de que esto no garantizaba que el dedo y el cargamento depositado pertenecieran a la misma persona. Con el analprint, no hay duda, ya que la operación de estiba queda registrada.

La escala de Bristol

A ello se une un analizador (no, en serio, de analizar, es decir, someter a análisis) que examina las aguas menores y su volumen. En cuanto a las mayores, otra de las cámaras toma una imagen para clasificar la forma del pastel según la escala de Bristol. Sí, maldita sea, esto existe, si no me creen vayan aquí. El estudio incluye un ejemplo real, que no les voy a mostrar. Al menos los investigadores tuvieron la sensible idea de incluir en sus dibujos de muestra al pensador de Rodin y al Manneken Pis como representaciones respectivas de las actividades más habituales.

En fin, tomados todos los datos, el software diseñado por los investigadores los procesa y los envía a un servidor encriptado en la nube. Y de este modo se obtiene una valiosa información para el historial y seguimiento clínico del paciente. Los creadores del sistema aspiran a aplicarlo a la detección de infinidad de biomarcadores, incluyendo los de cánceres intestinales y urológicos, infecciones, trastornos renales o digestivos.

Pero claro, todo ello implica riesgos de privacidad de datos, como admiten los investigadores en un reciente reportaje sobre el tema en la web de Stanford. Y no se trata solo de las imágenes, que, en fin. Los datos de salud, el consumo de medicamentos o drogas, un embarazo, todo podría constar y ser potencialmente hackeable

Uno de los responsables del proyecto, Seung-min Park, dice que a menudo le preguntan por el consentimiento. “¿Tendrá el usuario que dar un consentimiento expreso cada vez que utilice el smart toilet?”, se pregunta Park. Lo de rechazar las cookies podría adquirir una nueva dimensión. Y perdónenme el chiste, pero si no lo digo reviento: el que no va a poder rechazar las cookies es el propio smart toilet.

Javier Yanes
Periodista, escritor, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular

Soy periodista, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular. Antes de dedicarme al periodismo, en los años 90 trabajé en investigación en el Centro Nacional de Biotecnología y publiqué 19 estudios científicos y revisiones. Como periodista de ciencia, fui jefe de sección de Ciencias del diario Público, y entre mis colaboraciones figuran medios como El País/Materia, El Huffington Post, ABC, Efe o BBVA OpenMind, entre otros. En mis ratos libres también intento viajar y escribir sobre viajes. He publicado tres novelas: 'El señor de las llanuras' (Plaza & Janés, 2009), 'Si nunca llego a despertar' (Plaza & Janés, 2011) y 'Tulipanes de Marte' (Plaza & Janés, 2014).

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